¿Qué tan atrás podemos colocar los inicios del slasher como subgénero del cine de terror? Muchos señalan a Psycho, la icónica cinta de Hitchcock, como el nacimiento de un océano de cuchilladas que seguirían al horror por muchas décadas venideras.
Si los requisitos son únicamente que la película cuente de un asesino armado con un puñal y que sea responsable de múltiples muertes, pues creo que podríamos ir tan lejos como Das Cabinet des Dr. Caligari de 1920; pero cuando nos referimos a un proto-slasher, me parece que existen unos elementos mucho más marcados que se pueden trazar hacia la modernidad de este estilo.
Psycho es recordada como el padre del slasher por el hecho de que, para su época, impulsó los elementos imperecederos de éste hacia la cultura popular e inspiró a incontables cineastas a utilizarlos y reimplementarlos en sus propias películas. Peeping Tom es un filme menos conocido, siendo una producción británica de la mano del director Michael Powell y con un guión de Leo Marks; aunque fue estrenada en el mismo año que Psycho, tiene la distinción de precederle por algunos meses.
Si existe algún trabajo cinematográfico que puede amenzar la posición de Psycho como el primer Slasher, Peeping Tom es el candidato ideal: no sólo presenta un asesino en serie que deja a su paso un número particular de víctimas, sino que también captura el aspecto psicológico de la violencia que es característico del género. Muchos asumen que este tipo de películas son para degenerados que buscan satisfacer algún impulso violento, cuando en realidad siempre ha existido un componente de fascinación y estudio por el comportamiento compulsivo y animalístico de los asesinos seriales; muchas veces, se vierte en este lo sobrenatural, como en el caso de Friday the 13th o A Nightmare on Elm Street, con el objetivo de inculcarles nuestra fijación como especie en las leyendas y los mitos.
Es natural que los inicios del slasher se remonten a algo más humano como en el caso de Peeping Tom, ya que la primera fase es destapar este fenómeno desde una perspectiva mucho más personal y relacionada a las tribulaciones psicológicas de los individuos comunes; esto es algo que Powell lograría y que Hitchcock luego perfeccionaría a tal nivel que esta cinta pasaría desapercibida por la mayoría de las personas hasta el día de hoy.
Peeping Tom nos relata la historia de Mark Lewis, un camarógrafo que trabaja en un set cinematográfico y como segunda opción, de fotógrafo de modelos pin-up que posan en ropa interior y algunas veces semi-desnudas. Aunque el filme se desarrolla desde su perspectiva, nos enteramos de inmediato que Mark es un asesino en serie y está realizando un mórbido documental en el que graba a sus víctimas al morir, para poder capturar la verdadera esencia del miedo.
El actor Karlheinz Böhm, quien interpreta a Mark Lewis, realiza un trabajo increíble como protagonista: actua con magnetismo y con la capacidad de demostrar un rango emocional impecable para poder capturar la psicosis del personaje según lo requiere el libreto; es gracias a su temenda actuación que la complejidad psicológica de la historia se deja relucir. Por supuesto, la actriz Anna Massey sirve de contraparte mediante el peronaje de Helen Stephens, y su actuación de una mujer inocente, estable y cariñosa, resulta muy efectiva; el conflicto que se revela casi de inmediato es que Mark no desea involucrarla en su «documental», y trata de encontrar redención en el afecto que ésta le presenta.
Lo brillante del protagonista es su inestablidad mental y emocional: tiene un lado tímido, vulnerable, y logra incluso inspirar pena cuando se revela un aspecto trágico de su infancia. Debido a estas particularidades, empezamos a bajar la guardia y mostrar simpatía por Mark, sólo para ser sorprendidos por su lado maniático y violento. La transformación tan abrupta por la que pasa de una escena a otra resulta sumamente perturbadora; la sorprendente y evocadora actuación de Böhm logra realizar estos tumultuosos cambios de forma creíble, dándole al filme un meticuloso tono psicológico en la mayoría de las escenas.
Visualmente, la cinematografía es colorida y explotativa, similar a los giallo prematuros de un Mario Bava en los años sesenta o los establecidos subsecuentemente al inicio de los setenta por otros directores italianos como Dario Argento, Alfonso Brescia, Sergio Martino, entre otros. Esta atmósfera se crea por la decisión de recrear el punto de vista del mirón (de ahí el título Peeping Tom, que significa lo mismo) y cada toma de la cámara se vuelve como si fuese una fotografía de modelaje cuando decide capturar a las mujeres víctimas de Mark. La fijación en elementos femeninos como artículos fetichistas y la parafilia vouyeurista juegan ese rol de característica giallo, convertiendo al filme tanto en un proto-slasher como un proto-giallo, y resulta ser doblemente innovador.
Con un excelente guión, una cinematografía arropadora y una actuación excelente por parte del actor principal, Peeping Tom es una entrega primordial del cine de terror británico de los sesenta, y deja su marca en el séptimo arte como un antecesor del slasher, tendencia que dominaría en grande particularmente en la posterior década de los ochenta; pero también es un proficiente estudio psicológico que involucra los efectos de los traumas experimentados durante la niñez en el desarrollo mental y emocional de los adultos, y merece mayor reconocimiento entre los estudiosos del cine y la audiencia moderna.