En el mundo hollywoodense, la palabra nostalgia ha tomado mucha fuerza en la última década. A veces se me olvida que el cine es tanto una industria como lo es un medio artístico y de expresión. Ambos puntos pueden converger y de ahí resultan películas como Guardians of the Galaxy (2014), Baby Driver (2017) o más recientemente Nobody (2021). Puedo perfectamente llamar arte a esos filmes como también puedo catalogarlos de productos diseñados por la maquinaria cinematográfica de siempre.
El caso de la nostalgia en el cine es muy peculiar. Podría simplemente declarar que es otra estrategia mercadotécnica más y archivar el tema en el olvido. Pero este fenómeno parece infectar todas las nuevas producciones de una u otra manera a tal punto de que considero esta tendencia como la nueva «película veraniega». El Summer Blockbuster, como es conocido en inglés, surge con la llegada a los cines de la legendaria película de Steven Spielberg, Jaws (1975); cabe destacar que el reinado de la película veraniega no ha terminado, aunque ya no tiene el mismo impacto que alguna vez poseyó. El horrísino período entre la mitad de los 90 y el principio de los 2000 marcó una ruptura en la calidad de estos blockbusters que nunca pudo reestablecerse en su totalidad. Algunos teóricos del cine señalan Armageddon (1998) como el inicio de esta decadencia, que tuvo al infame Michael Bay como su productor. Yo personalmente considero que empezó con Wild Wild West (1999), una de las peores películas que la humanidad ha producido. Otros apuntan a películas mucho más tempranas tales como Water World (1995) o Twister (1996), aunque no sé qué les encuentran de malo; para mí fueron excelentes comedias.